viernes, 31 de enero de 2014

EL SECRETARIO Y LOS CINES






EL SECRETARIO Y LOS CINES
(Artículo de 1916)


     El bill sobre los cines que ha presentado el Sr. Travieso es la más conmovedora prueba que podríamos exigir de la pureza inmaculada, y honesto, pudibundo y recatado corazón de este nuestro joven compatriota. El Sr. Travieso, a quien preocupa más nuestra eterna salvación allá en el cielo que nuestra transitoria salvación aquí en la tierra, deja de la mano otros problemas económicos y políticos que el país cree importantes y urgentes para nuestro bienestar, y acomete de firme la edificante y trascendental empresa de nuestra regeneración moral. Para él ¡claro! el problema de si comemos o no comemos o de si somos o no somos políticamente, puede y debe supeditarse en todo tiempo ¡no faltaba más! al profundo, al trascendentalísimo problema de purificarnos cada día más, por medio de la oración y de la asidua práctica de las virtudes cristianas, para la conquista, no de cosas tan efímeras y terrenales como la autonomía, o la independencia, o la prosperidad económica, sino de algo imperecedero y glorioso como es la ocupación de un sitio a la diestra o a la siniestra de Dios nuestro Señor. Y en esta obra de purificación y evangelización total, ¿por dónde empezar mejor que por meterle la mano al cine y recortarlo y remendarlo y retocarlo de tal modo que resulte dechado de moralidad? ¡Lástima grande que, sin duda por deficiencias de educación, no podamos nosotros participar del místico fervor de nuestro ilustre compatriota! ¡Lástima grande que, llevados sin duda de una torpe y grosera conciencia inclinada hacia el mal, nosotros nos veamos empujados sin poderlo evitar hacia el feo pecado de confesar "urbi et orbi" que nos sentimos, como hombres, casi avergonzados de que en este siglo en que ocurren tan grandes y terribles cosas que estremecen de temor y de esperanza a la humanidad, haya todavía en Puerto Rico, en la libre América que parió a Bolívar, a Martí y a Whitman, quien tenga de la psicología humana nociones tan oscuras, tan raquíticas, tan de beata o pastor protestante, que se proponga de buena fe mejorar y salvar a los hombres por los mismos medios inocentes y ramplones que ya se usaron y se ridiculizaron y desecharon en el seno mismo de la oscura, de la cavernosa Edad Media.
     ¿Quiere decir, Sr. Travieso, que en un país donde hay tantas injusticias, monopolios y abusos que corregir, tantas familias gimiendo en el horror de la miseria, tanta hambre y tanta sed de manos inteligentes y buenas que aporten su esfuerzo para tratar de remediar tantos males, a usted, un hombre joven a quien la suerte sonríe, no se le ocurre otra cosa que ofrecerle a su país en crisis, a su país enfermo y angustiado por tantos dolores, que una ley para nombrar una junta de Censura que autorice o desautorice la exhibición de películas? Hombre, Sr. Travieso, ¡Bendito sea Dios! ¿Pero de veras que cree usted en serio que los cines son inmorales? ¿Inmorales, Sr. Travieso? ¿Y qué dice usted entonces de la gran afición que les tienen las mismas personas de su mismo círculo social? ¿Qué dice usted del sinnúmero de señoras y niñas de lo más encopetado de nuestra sociedad que asiste invariablemente a este espectáculo? ¿O es que cree usted que la moralidad de estas personas es inferior, es menos exigente que la moralidad de usted? Pero entonces, ¿qué hombre es usted que no lo deja todo y se hace misionero y se va a seguir su ardiente vocación de moralista furibundo predicando austeridades y penitencias por esos mundos de Dios? ¡Ay, mi Sr.Travieso! ¿Pero no ha pensado usted que si crea esa Junta y le confiere a tres hombres el privilegio terrible de dejarnos o no dejarnos ver tal o cual película --porque ellos tres (que pueden muy bien ser tres venerables ñames con corbata) la crean nociva para nuestra salud espiritual-- mañana tendrá que hacer lo mismo con todos los demás espectáculos teatrales, y el arte escénico vendría a quedar sujeto a los caprichos o chocheces de estos tres farallones? Y si eso hace usted con el teatro, ¿por qué dejarlo de hacer con los libros y con los periódicos y discursos? ¿No pueden éstos ser también inmorales? ¿Qué sacaría usted con moralizarnos los cines, si nos deja los ojos y los oídos expuestos a la contaminación infernal del libro, del periódico, del teatro, del discurso y demás modalidades artísticas? Y si; como es lógico, mete usted mano en todo y a todo le coloca la retranca consabida, ¿qué quedaría de la tan cacareada libertad de pensamiento? ¡Válgame Dios, Sr. Travieso! El concepto que formará usted de mí cuando le diga, como le voy a decir ya mismo (porque no me cabe en el cuerpo) que si algo encuentro vituperable en el cine es su moral, precisamente su exceso de moral, de esa ridícula moral adocenada y falsa que no es más que vulgaridad. Pues ¿de dónde sale la moral corriente sino de las costumbres? ¿Y qué son las costumbres sino añejos medios de actuar y de pensar que por pereza mental de los hombres se han petrificado adquiriendo la rigidez de rutinas? Para estar conforme con la moral corriente es preciso, pues, hallar bueno todo lo que pensaron e hicieron nuestros mayores, y como nuestros mayores eran unos salvajes que tuvieron de la vida una visión falsa y grosera, de ahí que yo reniegue de esa odiosa moral de rebaño en cuyo fondo sólo veo incomprensión, intolerancia, ruindad de espíritu, hipocresía, fariseísmo, crueldad. A esa odiosa moral es a la que todos los grandes pensadores y artistas contemporáneos, desde Benavente hasta Anatole France y hasta Shaw, asaltan con mayor furia en sus obras. Y esa odiosa y apestosa moral es precisamente la que triunfa en los cines. Y todavía quiere usted, Sr. Travieso, que nos parezca poco el empacho de moral de los cines y pretende inyectarles más moral, todavía más pedestre moral de rebaño, de esa idiota y apestosa moral de beaterio que le causa náuseas a todo espíritu moderno dotado de alguna percepción.
     ¡Ay! mi Sr. Travieso. Si ahora, de joven, hace usted esas cosas, ¿qué deja usted para cuando sea viejo? ¡Alabado sea Dios!




VOCABULARIO




  1.Bill sobre los cines= Proyecto de ley presentado por el Sr. Martín Travieso para nombrar una junta de censura que autorizara o desautorizara la presentación de películas.

  2.Sr. Travieso= Martín Travieso (1882-1971)= Designado en 1914 como Secretario de Estado de Puerto Rico. Fue el primer puertorriqueño en desempeñar dicho cargo.

  3.Pudibundo= Que finge pudor o muestra un pudor excesivo.

  4.Recatado= Prudente, precavido, discreto.

  5.Dechado= Modelo, ejemplo, arquetipo.

  6.Urbi et orbi= A la urbe y al orbe; a la ciudad y al mundo.

  7.Oscuras= Confusas, ambiguas, incoherentes.

  8.Raquíticas= Exiguas, insignificantes, pueriles.

  9.Ramplones= Simples, ordinarios, vulgares.

10.Furibundo= Entusiasta, apasionado, fervoroso.

11.Venerables ñames con corbata= Imagen coloquial que resalta el contraste entre realidad y apariencia.

12.Chocheces= Se dice de las actuaciones de personas que tienen debilitadas las facultades mentales como consecuencia de la edad.

13.Farallones= Usado con cierta ironía para significar "faros" que sirven de guía a la conducta.

14.Retranca= Traba, impedimento, obstáculo.

15.Adocenada= Común, corriente, ordinaria.

16.Fariseísmo= Hipocresía, fingimiento, doblez.

17.Pedestre= Tosca, basta, grosera.







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