miércoles, 24 de junio de 2015

LOS RESPETABLES






LOS RESPETABLES
                                                 (Artículo de 1916)


     Una vez más necesito decir, necesito gritar que no hay nada en el mundo que me reviente más que los respetables. Cada dos o cada tres años, este odio de los respetables, que siento desde que era niño, se me sube a la cabeza con tal fuerza que no tengo más remedio que abrirle la válvula de las confidencias, porque sé que si no se la abro me muero. Creo que en el mundo la única plaga verdaderamente grande e incurable es la plaga de los hombres respetables. Dadme un bandido, un matón, un jaguar, y lo mandaré a una trinchera y no pasará un mes sin que haga una sonada y se convierta en héroe. Dadme un bribón, un trapacista, un zorro, y le enseñaré finas maneras y cuatro lugares comunes y será una eminencia en el campo del comercio, de la abogacía, de la burocracia o de la diplomacia. Pero, por Dios, no me déis nunca al hombre tieso y grave cuyo instinto más fuerte, o cuyo único instinto, es el de la respetabilidad, porque nunca sabré qué hacer con él, sino pedirle con todo fervor al cielo un rayo que lo parta o un infierno que se lo trague.     
     El hombre respetable no tiene su centro de gravedad en sí mismo, sino en los demás. Lo que los demás crean bueno, él lo tendrá también por bueno y lo convertirá en norma inflexible de su vida. En todo entierro vestirá de negro y hablará en voz baja, y parecerá triste, no porque le importe un comino la muerte o la vida de nadie, sino porque se trata de un entierro y otra conducta no sería decorosa. (A este hombre sangrigordo no se le cae nunca la palabra decoro de la boca). En una boda es diferente, en una boda le verán ustedes, eso sí, comedido y cuidadoso, como siempre, de su ropa y su ademán; pero estará animado, casi alegre, y hasta se permitirá un chistecito, el mismo chistecito discreto y recortado a tijera que soltó en la otra boda y que soltará en la venidera; porque hay que advertir que este hombre abominable va a todos los entierros y a la mayor parte de las bodas. Y lo mismo que en la boda y en el entierro estará en la tertulia de la botica, y en la iglesia o la logia, y en la audiencia, y en el teatro, y en la reunión social o política, y en la calle y en el trolley; y en donde quiera que esté o dondequiera que vaya, su preocupación única, avasalladora, perenne, será parecer bien, no desentonar, gozar de la buena opinión de las gentes. A él poco le importa ser: su único anhelo es parecer. Parecer serio, buena persona, formal, bien educado, intachable. De la misma manera que su traje no tiene una arruga, porque antes de ponérselo lo cepilló y lo limpió cuidadosamente, en su alma no hay jamás tumultos de ideas, ni surcos de melancolía o de inquietud, ni nieblas de recuerdos o de ensueños: todo en ella está en orden, todo clasificado, medido, catalogado, cepillado y limpio y colocado pulcramente en su sitio. ¿Hablar mal de nadie? Jamás. Esto compromete; esto puede traerle enemistades, malas consecuencias. Además, él no odia. No odia, porque no ama. Y no odia ni ama, porque esto de amar y de odiar nada deja, y él sólo está atento a aquello que deja. Además, amar y odiar requieren corazón, sangre, nervios, carne y hueso, hunanidad, y él no es un hombre, él es una máquina, un autómata, un maniquí siniestro hecho para simular acciones, palabras, movimientos, impulsos humanos; pero no para sentir o para pensar. Con la misma impasibilidad con que le coloca a un héroe una medalla en el pecho, o una corona al poeta, solicita una sentencia de muerte, o la pronuncia, o la ejecuta. Y este hombre condenado que jamás se sale de sí mismo, que jamás peca porque jamás siente; este hombre gris de alma glacial donde no hay nada verde; este autómata absurdo que cruza indiferente, insensible, muerto, por un mundo convulso de dolor, de anhelo, de miedo, de amor y de odio, de gozo y de rabia; este hombre de cemento que debiera llevarse a un museo o a la cárcel, es el que, por virtud de una organización social  estúpida e infame hecha para el triunfo de lo muerto, vence siempre, manda siempre, estrangula siempre a todos y estrangula a la Vida con el dogal inexorable de su criterio de egoísta inhibición, de cobarde negación, de vil y canalla y cochina conservación, que es lo mismo que decir estancación, tumefacción, putrefacción de todas las cosas.     
     Hombre ropero, hombre panteón, que le quieres imponer el ritmo de tu paso de momia a la vida, hombre respetable que me aburriste en el entierro y me sublevaste en la boda y me exasperaste en la tertulia de la botica, y me martirizas y me hielas con tu ropa y tu cara y tu ademán donde quiera que voy: si hay infierno y gloria, y tú -que jamás pecas- subes a la gloria, ya lo sabes: a tí y a nadie más que a tí le deberé el gran favor de encontrar simpático al demonio y de sentirme cómodo y contento y feliz en el infierno.





VOCABULARIO




  1.Reviente= Que desagrada, agobia, fastidia.
  
  2.Plaga= Calamidad, infortunio, desdicha.
  
  3.Jaguar= Persona cruel y sanguinaria.
  
  4.Sonada= Se dice de un hecho memorable divulgado con mucho ruido y admiración.
  
  5.Trapacista= Persona que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto.
  
  6.Zorro= Astuto, pícaro, taimado.    

  7.Avasalladora= Que tiene el poder para dominar.
  
  8.Desentonar= Discrepar, disentir, diferir.
  
  9.Tumultos=  Inquietudes, preocupaciones, curiosidades.  

10.Glacial=  Que no tiene afecto. 

11.Convulso= Crispado, conmocionado, alterado.

12.Cochina= Repugnante, repulsiva, despreciable.

13.Botica= Farmacia.




jueves, 11 de junio de 2015

LA MORAL INMORAL






LA MORAL INMORAL
(Artículo de 1915)


     

     Esta "moral inmoral" es la de los cines, según la afortunada frase de Mr. Dell, un notable escritor inglés (o americano) acerca de cuya reciente opinión sobre los dramas cinematográficos acabo de ver un magistral artículo en el "Current Opinion" de este mes.
     Los cines tienden, dice Mr. Dell, a producir en poco tiempo una completa anquilosis moral de la comunidad. Como demostración de este aserto, Mr. Dell cita el caso de la versión cinematográfica del conocido drama "Los Espectros", de Ibsen. El cinematógrafo ha cogido este drama y ha practicado en él una horrorosa mutilación. Ha dejado en pie la parte meramente superficial, esto es, trama, personajes, escena, episodios, etc., pero le ha quitado la esencia, esto es, el ambiente moral ibsenista. Ya sabemos que Ibsen, como todo hombre de genio, era un hombre inmoral, esto es, enemigo encarnizado de los principios de la moral convencional. Y para atacar, para ridiculizar estos principios de moral corriente, concibió su drama "Los Espectros", en el cual el personaje principal, Osvaldo, se vuelve loco precisamente a causa de que su señora madre fue tan virtuosa que obligó a su padre a buscar, por único lenitivo a la insufrible pesadez de su hogar, la sociedad de mujeres de mal vivir que contaminaron su sangre con el horrendo virus de una enfermedad, muy conocida, que heredó su hijo. Vemos, pues, que en el drama de Ibsen la culpa de todo la tiene la virtud, fría y cruel como toda virtud, de la madre de Osvaldo; y más todavía la del pastor Manders con quien ella quiso fugarse en un rapto de desesperación, y quien austeramente le ordenó a la pobre mujer que volviese al lado de su marido. Y de todo esto, el inmenso genio del divino Ibsen hace que se destaque todo cuanto de estúpido y de odioso tiene la teoría convencional de la santidad del matrimonio. 
     Pues bien; en el cine todo queda lo mismo, menos la moral de la obra. Ya no es la madre de Osvaldo, sino el padre, el culpable de todo. Ya no es la virtud de puerco espín de la madre, como quiso Ibsen, la que produce la tragedia, sino el vicio del padre, a quien se hace aparecer como un bandido que se casa a sabiendas de que padece una terrible enfermedad transmisible por herencia, y que, además, le enseña a su inocente hijito a beber cerveza; de todo lo cual se infiere que es un mal hombre, cuando en realidad era, cuando salió de la cabeza de Ibsen, un pobre hombre incapaz de mirar mal a una pulga, pero sanmente, normalmente aficionado al placer. La esposa y madre del cine, en cambio, nos la pintan como una santa y una mártir, y nadie adivinaría que Ibsen la creyó culpable. Pero aún hay más. En la escena final del drama, según la escribió Ibsen, es la madre de Osvaldo quien da a éste por su propia mano el veneno. Pero esto ya es mucho para el cine. Y vemos en la cinta que Osvaldo se arrastra por el suelo haciendo muecas y llega hasta la mesa donde está el veneno y lo toma con su propia mano. Vienen entonces la madre y el pastor, y aquélla, horrorizada ante el cadáver de su hijo querido, cae sin sentido en los brazos protectores del pastor... ¡Virtuosa hasta el fin!
     Y dice Mr. Dell: "Así, esterilizadas, castradas, completamente inofensivas, se representan tales obras maestras ante el público de los cines. Toda la hiel, toda la fiebre del pensamiento, de la duda, de la curiosidad... queda eliminada. Se conserva, sin embargo, la cáscara, y aquellos que han visto la cinta creen que han visto "Los Espectros" de Ibsen, según reza el anuncio, cuando en realidad lo que han visto es un mamarracho propio de un kindergarten. Y de este modo se le roba al arte su ponzoña, su verdad, el secreto eterno de sus nobles triunfos". Otro escritor, William Marion Reedy arremete contra el cine y dice: "Los dramas del cine son casi siempre un insulto a cualquiera inteligencia que esté sobre el nivel de las novelas por entregas  (the dime novel)."
     Señoras y señores: no saben ustedes con el gusto que yo reproduzco estas opiniones que de un modo tan fiel coinciden con las mías. Yo también, yo también reclamo el honor de haber dicho pestes, hace más de un año, en la malograda "Revista de las Antillas", de la babosa y apestosa moral del cine.
     Cuando ya la tontería humana parecía cansada de tragarse en el teatro embelecos artísticos en que se peca de una manera atroz contra la psicología y el buen gusto, en nombre de una moral de catecismo que no convence ni a los niños, viene el cine a servirle de vertedero a los autores chirles, y otra vez tenemos el innoble espectáculo de la tontería humana tragándose embobada todo cuanto de falso y de feo y de memo queda por el mundo disfrazado de arte. Y, gracias al cine, sigue triunfando y perpetuándose la mojigatería de nuestros bárbaros antepasados, con la cual y por la cual se cometió y se sigue cometiendo el atroz crimen que consiste en tratar de meter todo el perfume de la vida en un grosero y fétido zapato de patán.




VOCABULARIO




  1.Moral= Cualidad de las acciones humanas con respecto al bien y al mal. Valores de una persona o una colectividad que se consideran éticamente aceptables.

  2.Anquilosis= Disminución o detención de algo en su progreso.

  3.Virtuosa= Que su comportamiento se ajusta a las normas o leyes morales (ver núm.1).

  4.Lenitivo= Medio para mitigar la pena o el sufrimiento.

  5.Fría= Insensible, indiferente, desafecta.

  6.Rapto= Impulso, arrebato, resolución.

  7.Esterilizadas= Purificadas, purgadas, depuradas.

  8.Castradas= Mutiladas, apocadas, menguadas.

  9.Hiel= Pesares, disgustos, penas, tristezas.

10.Fiebre= Entusiasmo con que se realiza una actividad.

11.Mamarracho= Cosa defectuosa, imperfecta.

12. Chirles= Insulsos, triviales, insustanciales.

13.Mojigatería= Hipocresía, simulación, farsa.

14.Fétido= Hediondo, pestilente, maloliente.

15.Patán= Hombre palurdo, rústico, ordinario.